Creado el 18 de Marzo de 2009

jueves, 22 de septiembre de 2011

SOL

"Hace dos años nació en mi, el impulso de sentarme a escribir el guión de Sol. Varios factores inspiratorios me llevaron a ello. Una historia cercana y bella y la imagen de una pequeña mendigando en una plaza del Trastevere en Roma, fueron los más poderosos. Siempre he sentido especial sensibilidad hacia los niños que por una u otra razón no pueden serlo. Hacia ese estado o periodo o transición, tan cercano y tan lejano que son y fuimos. Los niños. Mientras un niño mendiga se le priva de su verdadero tiempo. Una amalgama entre estos universos humanos expuestos, es Sol. Doy las gracias a Loreto y Guillermina las más cercanas y le doy gracias a la pequeña desconocida que me miró para siempre. Espero que las puertas de la esperanza y la oportunidad se abran también para ella."

Sonia Madrid

miércoles, 6 de julio de 2011

Viva San Fermín, Gora San Fermín.


Otro año más llega San Fermín. Otro año más añorando mi presencia en Pamplona. Otro año más recordando mi niñez. Otro año más madrugando para ver los encierros. Otro año más, mi pañuelo rojo quedará huerfano de cuello. Otro año más mis pantalones blancos y camiseta blanca quedarán inmaculados y ausentes de tinte rojo. Viva San Fermín, Gora San Fermín.

martes, 21 de junio de 2011





          Y regresaron por mí, aún cuando el sol no había resucitado de su día anterior, cuando el olor a café no había despertado de la vieja cocina,  cuando la ruidosa puerta de madera no había rugido dándole los buenos días al vecindario, cuando los niños dormían aún en su alcoba arropados en sus camastros.

          Regresaron por mí, tres golpes en la puerta fueron suficientes. Adela bajó a abrir, y cuando asomé, divisé cinco sombras y el ruido de un coche arrancado en la puerta, conforme bajaba las escaleras apreciaba gente uniformada, botas con barro y un olor a tierra mojada que me avisaba que todo esto predecía a mi viaje. Me detuve, mientras Adela, asustada, intentaba pedir explicaciones, dí marcha atrás subiendo los escalones que ya había bajado, y abrí la habitación de mis hijos Juan y Antonio, los acaricié, los besé, e intentado no despertarlos, me despedí susurrándoles que les quería, entré en mi habitación, y destapada estaba Maria, durmiendo, faltaba poco para solicitar el pecho de su madre, ajena a todo y a todos, la arropé y quise despedirme de ella cantándole su nana, la nana con la que cerraba sus ojitos todas las noches, la nana con la que se dormía junto al calor de sus padres.

          Llegué de nuevo a la escalera y bajé, mi mirada se centraba en Adela,  sus lágrimas se hacían presentes, intenté esbozar una sonrisa para tranquilizarla, pero ella seguía dándole explicaciones inútiles a los presentes. Nombraron mi nombre, y acto seguido me detuvieron, Adela se acercó y me besó, dejándome el rastro de sus lágrimas saladas en mis labios.

Subí al coche, y allí estaba Manuel, Ginés el cura, Matías y dos hombres más que desconocía, sus miradas fijas al suelo eran sinónimo de miedo, angustia, pasado, amor. Saliendo del pueblo el coche se detuvo, en el momento cuando más fría está la madrugada, justo enfrente del terreno de Darío, aquel que nos sirvió de juego cuando aún éramos niños, frente al lavadero donde nuestras madres frotaban las sábanas y los ropajes mientras nosotros perseguíamos a las viejas gallinas,  aún no habíamos visto ni el primer rayo de luz cuando nos invitaron a bajar del coche. Estábamos condenados por pertenecer al primer bando que nos reclutó, condenados por sanar con mi botiquín a mis hermanos de un bando y de otro, condenados por ser partícipes de un horror, condenados a morir.

viernes, 3 de junio de 2011

EL MUNDO SOBRE RUEDAS

He de reconocer que existe algo que me produce envidia sana, y no es otra cosa que los jóvenes y no tan jóvenes que han tenido la oportunidad de patearse medio mundo, viajeros que dejan atrás los pasos previos a la hora de emprender un viaje. Adiós a la búsqueda de un hotel, medios de transporte más cómodo, rutas a seguir, horas de salida y entrada..... dejándolo todo a la improvisación, no teniendo nada planeado, solamente el saber donde quieren ir y que quieren hacer.

Cuando veo programas de televisión de este tipo de viajeros llego a la conclusión de que he perdido algo, como si hubiera dejado atrás algo sin hacer. A mi me encanta viajar, me gusta conocer culturas diferentes, vivirlas desde dentro, aunque no he tenido muchas oportunidades para llevarlas a cabo.

Sin ir más lejos, hay un chaval con 18 años, el catalán Albert Casals, quien afirma que busca la felicidad, y su felicidad la encuentra viajando. Hasta aqui todo muy bien. Pero si dijera que Albert, con su pelo tintado de azul lleva viajando desde que tiene 14 años, que su medio de transporte es colarse en un barco, en un tren o hacer autostop, que su presupuesto diario es de 3 euros, que a los 5 años sufrió una mononucleosis que desencadenó en leucemia y cuyo tratamiento provocó una minusvalía que le haría depender de una silla de ruedas, que con todos estos “inconvenientes” se ha recorrido America del Sur y America Central, gran parte de Asia y Europa, todo parece más que increíble.

Albert, ha escrito un libro que recomiendo, se titula “El mundo sobre ruedas” donde nos cuenta todas las peripecias y anécdotas de sus viajes, las claves para valorar lo verdaderamente importante en la vida, como es hacer lo sueños realidad y como no, intentar ser feliz.

jueves, 2 de junio de 2011

Felicidades Princesa



 
Podrá nublarse el sol eternamente,
Podrá secarse en un instante el mar,
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal
¡todo sucedera! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón,
Pero jamás en mi podrá apagarse
La llama de tu amor.


Gustafo Adolfo Bécquer.


Feliz Primer Cumpleaños Ainhoa.

martes, 26 de abril de 2011

Viernes Santo

Y regresé al mismo lugar, donde siempre he estado, y pese a los años, mi presencia siempre se ha visto justifcada de una u otra manera.  Quise revivir los mismos sentimientos que tuve en mi niñez. No lo quise hacer solo, quise volver a hacerlo como siempre he recordado, en casa de mis padres, mi casa. A las 5 de la mañana de este Viernes Santo, empapándome de las sensaciones y emociones que durante muchos años he vivido y he recordado.

Las túnicas moradas estaban preparadas junto con sus baberos y capiruchos delicadamente planchados, colgadas en sus perchas, la vieja caja de metal donde mi madre guardaba los corazones, los cordones, las medallas, los guantes negros.... el ir y venir de mis hermanos,  mi padre de una habitación a otra en busca de algo olvidado, la luz especial que esa madrugada tiene el salón, sonidos de tulipas cuando estas se rozan y del varal cuando planta su picuda y fina base sobre el suelo, la típica pregunta si el nudo del cordón va al lado derecho o al lado izquierdo, el baile de capiruchos de un lado para otro para asignarse cada uno el suyo, y el retoque de ultima hora para que no falte ni un detalle. Todos estábamos preparados.

Procedimos a ir a la Casa de Jesús, dedicándole unos buenos días a cada hermano que nos cruzábamos en nuestro camino, y mientras caminaba no podía hacer otra cosa que imitar la estampa de mi padre colocando su capirucho sobre la tulipa, su varal al hombro, y el cordón milimétricamente colocado; el mismo cordón que me sirvió de guía durante muchos años, y del que no me separaba en las frías madrugadas cuando lo acompañaba a su lado.

Todo no podía ser tan bonito, el cielo nos tenía preparado algo con lo que amargamente contábamos horas antes, la lluvia. Decidimos acelerar el paso, y una vez en la Casa de Jesús, embriagado por el  característico olor a incienso, perfúme del mismo cielo que se dirige hasta el fondo del alma, degusté el añorado y típico rosco, aunque esta vez con un sabor algo amargo, pues mi hermano nos daba la esperada noticia; la procesión habia sido suspendia. Quise poner algo de luz a esta madrugada y encendí las tres velas que portaba mi nuevo y estrenado varal, de igual forma procedió a hacerlo mi padre y mi hermano.

Sonó la campanilla, un sonido que no podría describir, porque con él vino mis recuerdos, la nostalgia, los sentimientos, las faltas de los que no están.

Real abajo tuve la sensación de que no habían pasado los años, seguía identificando a mi padre por su andares, y me sentí especial al verme rodeado de él y de mis hermanos.

En Santa María sonaron las primeras notas del Miserere, sobran las palabras.

Después llegó mi nazarena, mi pequeña nazarena, Ainhoa, con su gorrito, su diminuta túnica y con una sonrisa increíblemente deslumbrante, también quería formar parte de todo esto y me hizó aún más feliz ese día con su presencia. Ella también quería poner su granito de arena. Su madre me dijo que nunca se había despertado tan temprano con esa sonrisa. Mi sobrino Hugo no iba a ser menos, ¿quien dijo que la madrugada era oscura teniendo la presencia de estos dos soles?.

Y así pasó esta mañana del Viernes Santo, con mi hija en el duro y laborioso trabajo de abrir el envoltorio de su tradicional purito americano con su pequeñas y torpes manitas, y como no, emplazándonos para el próximo Viernes Santo, para volver a revivirlo todo, si el tiempo no lo impide.

Solo me queda mencionar a mi mujer, Gabriela, gerundense, poco identificada con nuestra Semana Santa, con nuestras procesiones, con lo que se vive en Úbeda en esta Semana. Y que menos que darle las gracias por respetar mis creencias, mis tradiciones y mi ilusión para que nuestra hija Ainhoa forme parte de Jesús Nazareno y pueda vivir y sentir lo que su padre, su abuelo y sus titos llevan sintiendo durante tantos años.

martes, 22 de marzo de 2011